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martes, 9 de noviembre de 2010

Ese mágico mes de Noviembre

Llega Noviembre, y con él el día de todos los santos, el frío, las castañas asadas, la copa debajo de las
enaguas, las candelitas y las casas rurales. Durante el mes de Noviembre (y también Diciembre, Enero y casi todo Febrero) cuando pensamos en la tarde perfecta se nos viene a la mente eso de estar tirados en el sofá, tapados en la camilla y haciendo lo que sea pero así de agustito: ver la tele, leer un libro, conectarnos a Internet e incluso estudiar, y cuando fuera está lloviendo, ya es el colmo, aún apetece más estar así. 
Pues bien, como decía para mi el mes de Noviembre todos los años está marcado por una cosa: Las casas rurales. Esto es porque desde hace muchos años, todas las familias que nos hemos juntado desde siempre, lo que para nosotros es "la pandilla" cada año nos vamos a algún sitio a pasar un fin de semana y siempre da la casualidad de que es en Noviembre, concretamente llevamos 8 años haciendo esto, vamos que podría decirse que se ha convertido en una tradición que tiene como fondo que todos estemos juntos durante un fin de semana. Los primeros 4 años fueron los de Las Palomas, cerca de La Puebla de los Infantes; recuerdo que cuando se acercaba ese fin de semana me volvía inaguantable, bueno, más inaguantable de lo que normalmente soy, y me llevaba todo el día diciendo eso de: "¡me voy a las palomas!¡me voy a las palomas!", entonces todos eramos muy pequeños y era toda una aventura. Después vinieron "las cabañas", unas casitas de madera en los alrededores de Constantina, "El venero de mostoles": ahí ya eramos más mayorcitos, pero llevábamos la misma ilusión, sobre todo porque por fin dormíamos todos los niños juntos y no teníamos ninguna intención de dormir y mucho menos de dejar que los demás durmieran. Llegó 2009, todos esperábamos ese fin de semana de Noviembre, ¿cabañas, palomas, sitio nuevo? lo mismo nos daba, pero esta vez todo parecía indicar que este año nos quedaríamos en Lora, y efectivamente, así fue, y claro este año, puesto que tampoco hubo camping (otra de nuestras tradiciones) teníamos el miedo de que no volviera nuestro fin de semana de Noviembre, pero deprisa y corriendo surgió: una visita rápida a un cortijo de Cazalla, Los manantiales, nos devolvió la ilusión de juntarnos otro año más y de pasar un fin de semana estupendo, de correr y saltar hasta tener agujetas, de cantar hasta quedarnos afónicos, de jugar y recordar esos momentos mágicos hasta llorar de risa (y yo, como no, también de emoción), de vernos los caretos mañaneros cuando nos levantamos de la cama, con los calcetines siempre por encima de los pantalones, de hacer cola en la cocina para desayunar, y de tantas otras cosas propias de esos fines de semana de Noviembre...
 pero lo mejor de esto no es la casa, ni el sitio en sí, lo mejor es que disfrutamos todos juntos, y que año tras años vamos forjando esa amistad que hace tanto comenzaron nuestros padres y que ahora continuamos nosotros, esa amistad que no se queda en unos simples amigos, sino en algo mucho más profundo: UNA FAMILIA VERDADERA
Las Palomas
El venero de Móstoles

Los Manantiales

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